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El reciente otorgamiento del Sello Hecho en México a QSM Semiconductores, en el marco del Foro de Semiconductores México–USA, no fue solo un acto simbólico. Debería significar un punto de inflexión para la estrategia industrial del país.
Este reconocimiento, creado por la Secretaría de Economía (SE), busca distinguir a las empresas que aportan valor al territorio nacional mediante procesos de diseño, manufactura y comercialización de bienes con alto contenido local.
Sin embargo, en el caso de los semiconductores, su entrega a solo dos empresas mexicanas —QSM y Circuify— expone una brecha más profunda: la urgencia de construir una industria electrónica propia, más allá del modelo maquilador.
En México, el sello “Hecho en México” funciona como una certificación de origen, calidad y contribución nacional, alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y con la estrategia de relocalización industrial que impulsa el gobierno federal.
En sectores como alimentos, bebidas o textiles, su adopción ha sido amplia; más de 600 empresas y 1,900 productos ya cuentan con este distintivo. Pero en áreas de alta tecnología, su avance es todavía incipiente.
Por eso, la distinción a QSM tiene una carga simbólica y estructural. Es un llamado a repensar la política industrial mexicana, que durante décadas ha privilegiado la manufactura de bajo valor agregado y la atracción de capital extranjero, dejando en segundo plano la construcción de capacidades nacionales en diseño, propiedad intelectual e innovación tecnológica.
Soberanía manufacturera
QSM Semiconductores, con sede en Querétaro, es la primera empresa mexicana en adoptar un modelo IDM (Integrated Device Manufacturer), integrando en una sola organización el diseño, fabricación y comercialización de chips. En un ecosistema dominado por la subcontratación, QSM apuesta por cerrar el ciclo completo de valor, una iniciativa poco común en América Latina.
Al recibir el sello, su fundador Alejandro Franco destacó el significado de este reconocimiento, al expresar, mediante un comunicado, que “implica una gran responsabilidad: seguir contribuyendo al desarrollo tecnológico del país”. Nuestro objetivo es que el próximo año logremos obtener nuevamente este distintivo por los primeros semiconductores que fabricaremos en México, de mexicanos para mexicanos”.
El sello se orienta como una herramienta de legitimidad industrial, que permite a las empresas tecnológicas mexicanas presentarse ante el mundo con una identidad propia.
Además, envía un mensaje en el sentido de que México puede y debe participar en la cadena global de semiconductores no solo como ensamblador, sino como generador de propiedad intelectual, tecnología e innovación.
El subsecretario Vidal Llerenas Morales hizo énfasis, durante la entrega, en que este tipo de proyectos representan el futuro de la política industrial del país. A su vez, la presencia de representantes Estados Unidos, la academia y organismos empresariales como CANIETI, mostró el interés binacional por fortalecer una industria regional de microelectrónica.
Política industrial
El reconocimiento a QSM ocurre en un momento clave. México ha anunciado la creación del Centro Nacional de Semiconductores (CNS) y con ello, una entendida estrategia para impulsar capacidades locales de diseño, encapsulado y manufactura. Sin embargo, la entrega de solo dos sellos a empresas del sector evidencia una realidad: aún no existe un marco articulado de incentivos, formación y financiamiento que permita escalar proyectos nacionales hacia una producción sostenida.
El desafío no es menor. La industria de los semiconductores es intensiva en capital, conocimiento y coordinación público-privada. Requiere alinear la política industrial con la educativa, la fiscal y la científica, para que surjan más empresas como QSM capaces de integrarse a las cadenas globales de valor con identidad mexicana.
El Sello Hecho en México, en este sentido, puede ser una herramienta poderosa si se articula como parte de una política de Estado, no solo como un reconocimiento aislado. Su valor real radica en que certifica un compromiso con la soberanía tecnológica, visibiliza el talento local y proyecta la marca país en sectores de frontera.
Que haya solo dos empresas de semiconductores con este sello no es un dato menor: es una alerta y, al mismo tiempo, una oportunidad. México, incluso bajo el actual ambiente de “batallas” arancelarias tiene el talento, la ubicación y el momento histórico. Lo que necesita es una política industrial coherente que acompañe ese potencial con visión de largo plazo.
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